Después de unos días de Navidad muy tranquilos y acogedores en casa de Gustavo, es momento de volver a viajar. Erechim-Puerto Iguazú es el trayecto. Como no, las distancias son eternas en Brasil, pero uno ya está acostumbrado.
Sin mayores dificultades llego a Foz de Iguaçu, pero es aquí donde todo es nuevo una vez más. Tengo que cruzar la frontera para encontrarme con Cristina en Puerto Iguazú. Aquí viene el primer escalón, esperar a que aparezca el primer bus con destino a Argentina, si es que existe. No era el único que iba de visita, pero si el único con dos maletas enormes y las dificultades que ello conlleva al subir a un bus en Brasil, ya que no existe el piso bajo para entrar con comodidad. Y no puedo dejar mencionar el tema de cobrar el ticket, que hay que pasar por la puerta giratoria de seguridad, por la cual no entran las maletas. Solución: colocar las maletas por la puerta de atrás y regresar a la puerta de delante para pagar. Operación que me toco realizar dos veces, ya que no existe un bus directo a Puerto Iguazú. Minucias con lo vivido hasta el momento.
Segundo escalón, cruzar la frontera. Como en todos los países, existen 2 aduanas, en esta caso Brasileña y Argentina. En la primera, y aún no se porque?, bajaron todos los extranjeros menos yo, que no me enteré muy bien y tampoco lo veía muy claro. El visto bueno lo tiene que dar Argentina y no Brasil. Ya en la aduana Argentina, con todas las maletas y con prisas, me dan el sello de visto bueno y pasan las maletas por el detector. Lo normal. Lo que no es normal, es que, el bus que te lleva a la terminal de Puerto de Iguazú no espere a todos sus ocupantes, más bien a mi. Me toca correr con las maletas detrás del bus, mientras los ocupantes gritan al conductor para que detenga el vehículo. Sin prácticamente frenar el «colectivo», el chofer abre la puerta y debo subir como pueda, por suerte, unos europeos me ayudan a subir una maleta, pero yo me quedo en la escalera con la otra maleta en la mano y agarrado a la barra de la puerta, mientras el chofer arranca. Medio cuerpo fuera salvando mis pertenencias y el otro dentro del bus. De locos, pero al fin en Argentina. A la llegada a la terminal, toca buscar el hotel donde me quedaré, llamado Che Lagarto, muy recomendable para la gente que vaya por Latinoamérica. Dejar las cosas y esperar a Cristina, llegará más tarde. Da tiempo de hacer alguna foto curiosa.