Después de intentar dormir en Amsterdam toda la noche, por fin vuelo a Lisboa y ya solo queda una escala, la más importante, ya que es donde deben hacerme el control de pasaporte. Tengo un pequeño nudo en el estómago, parece una tontería pero mi cuerpo no lo ve así, auto-defensa supongo. Espero no odiar los aviones, con tantas horas esperando entre uno y otro vuelo, bufff, aunque la opción tren según en que países, es muy recomendable.
Todos los nervios se acentúan más cada vez que me acerco al punto de control. Creo que nadie puede evitar esto, aún sabiendo que está todo en regla y sabes perfectamente que no eres un narcotraficante (por mencionar un gremio). Una vez pasado el control, pienso: «vaya tontería la mía, el de seguridad ni ha mirado el pasaporte, nada más ver que era español, solo una palabra -pasa-«.
De nuevo las preguntas referentes a la limpieza, ¿que me pasa? ¿porque la zona de viajeros internacionales es más limpia que la zona de viajes europeos? Espero que esta idea absurda de entender el mundo de la limpieza me abandone pronto.
Ahora si, ya estoy subido al avión que me llevará a Sao Paulo-Viracopos. Ya respiro mejor, aunque lo haré de forma completa y profunda cuando vea mis maletas salir por la cinta transportadora en mi destino. No es la primera vez que viajo en un avión tan grande, pero si la primera vez que hago más de 7.000km seguidos sin pisar tierra. Primera novedad, una pantalla interactiva incrustada en el sillón que hay delante de mi. Cine, música, TV, etc… mil posibilidades de pasar el rato a mi disposición, con más de 8h de vuelo se antoja algo lógico. Me pongo a investigar, a cual niño pequeño con su primer juguete. La música tiene una correcta variedad destacando los artistas africanos, como Yuossou N’Dour; también un poco de Gorillaz o Metallica se pueden escuchar. En cuanto al cine, se queda corto, no por el número de películas, sino por su calidad, a destacar Paul, Ice Age, Cisne Negro y poco más, eso si en español latino, jaja.
Lo peor llevado es el tema de dormir, siempre a ráfagas y por una vez que consigo conciliar el sueño, zasss, se ha visto truncada por la hora de cenar. Dilema expuesto: ¿dormir o comer?. Después de comer, ya no recuerdo el resto de viaje.